Hace mucho tiempo hubo una inundación muy grande en un pequeño pueblo.
Todas las personas buscaron la manera de salvarse, pero un hombre se quedó solo en ese lugar, subió al tejado de su casa y se puso a rezar incansablemente pidiendo que Dios lo salvara.
Éste, confiaba plenamente en el Señor y estaba seguro que lo salvaría.
De repente, fue interrumpido por un hombre que pasaba en una balsa invitándolo a subir; sin embargo, el hombre respondió “Dios me salvará” y lo dejó ir.
Luego pasó un hombre en un bote, más tarde una lancha y finalmente un helicóptero.
A todos los rechazó diciendo: “Dios me salvará.”
Finalmente se ahogó y llegó al cielo. Dios lo recibió a la entrada.
El hombre, molesto, le dijo a Dios: “¿Por qué no me salvaste si yo confiaba en ti?”
Dios le respondió: “Te mandé una balsa, un bote, una lancha e incluso un helicóptero. ¿Qué más querías?”
Y entonces Dios lo mandó al infierno.
Yo soy ateo y el final del infierno es de cosecha propia pero la historia me encanta porque en la vida perdemos cientos de oportunidades que se presentan delante de nuestra cara y que no somos capaces de ver y menos de aprovechar.
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